Tenía toda la pinta de que íbamos a abandonar Zubieta con un disgusto morrocotudo, pero por una vez la diosa Fortuna se alió con nosotros y la victoria se quedó en casa. Ya tocaba. El Sanse superó el entramado defensivo del Marino de Luanco asturiano con un penalti en el último minuto. Fue, desde luego, un partido épico. De esos que recordaremos con pasión.
El conjunto de Imanol Idiakez mereció mejor suerte en el primer parcial, donde tuvo un par de buenas ocasiones. Sobre todo en las botas de Viguera, que envió un remate al larguero, y Orbegozo, que erró en el mano a mano.
Kintana y Esnaola, inmensos ayer, se acercaron en las jugadas a balón parado y demostraron que pueden hacer mucho daño en este tipo de acciones. El descanso llegó y el frío, también...
Los asturianos mejoraron su rendimiento en el segundo tiempo y manejaron más posesión, con lo que la sensación de peligro se acrecentó. En realidad no tuvieron ninguna ocasión clara, pero en estas situaciones se tiende a sufrir. El fútbol debería ser diversión, pero en ocasiones se asemeja al sufrimiento. ¿No creen?
Cambios
Zurutuza, ausente en los últimos encuentros por lesión, y el ariete Oskitz saltaron al terreno de juego para dotar de más profundidad al once txuri urdin, pero no había manera de quitarse el dominio visitante.
Gabilondo, jugador eléctrico donde los haya, comenzó a adquirir protagonismo. Era un aviso, un anticipo de lo que vendría. Primero dispuso de una oportunidad clarísima, en un balón suelto que se le quedó en el área, pero fusiló con tanta fuerza que el balón se le fue alto. Faltaban dos minutos y todo el graderío, donde vimos a Gonzalo Arconada, saltó como si hiciera la ola. Casi.
Suspense
Dos minutos más tarde Gabilondo marcó, pero hizo falta al empujar al portero y el colegiado lo anuló. Insisto en que el disgusto era importante a esas alturas de la película, pero faltaba lo mejor. Como en esas películas que te aburren pero esperas al final por si la nota salva el suspenso. En ocasiones merece la pena la espera.
Gabilondo arrancó casi desde el centro del campo y protagonizó una de esas carreras marca de la casa. Salvó la tarascada de un defensa y entró al área. Suspense. El público se levanta. El extremo realista realiza un recorte y cae al suelo. Penalti claro. Ros, un juvenil de 18 años, coge la pelota. «Lo tiro yo», dice. Está decidido. El final de la película, ya lo conocen. Se lo he contado al principio de la crónica. Ya me perdonarán.
El técnico realista estaba más que satisfecho: «Por una vez hemos tenido la suerte de nuestro lado. Hemos estado mejor en el primer tiempo, aunque en el segundo hemos sufrido más. Estoy contento por el resultado. Y también por la labor defensiva».
diario vasco
Share